miércoles, 8 de septiembre de 2010

la belleza de una noche está en su sueño inalterable


 
No es que estuviese incómodo,
Ni a disgusto ni a distancia extensa de lo mío.
Tampoco es que la oscuridad, de un modo
O de otro me tiñera de negro el silencio frio;
No por sobre-existencia de luz, sino por la de ruido.

La calle es música moderna:
las máquinas ensordecen al oyente,
y no es arte lo que mana de la pierna
de aquel hombre que contra el pedal arremete.
Pero no creáis que toca el bombo el indecente
(no como persona sino como gente),
Más bien toca a distancia la entre pierna
No por gusto, es más bien esa necesidad, latente,
De cometer sus labores, como condena eterna
Para él, que a altitudes horarias extremas asiente
Cuando le maldicen desde la telepatía las gentes,
Y para mí, que a la misma altura temporal maldigo,
No por él que no es culpable del castigo,
Sino por mí que dije al ruido vente,
Y sin más le invité a entrar en mi mente,
Y preferí su compañía antes que la mía,
Y quedarme con el ruido antes que conmigo,
Y mis pensamientos,
Y mi placido sueño,
Y una noche memorablemente bella.