lunes, 18 de noviembre de 2013

Canción entre adoquines




Los adoquines fríos se refugian entre el gran silencio y nieve pisada,
Los colores grises se acomodan al sentirse en casa
Se dibujan en renglones que no riman,
Para esparcir sus dimensiones sin color:

Abajo la piedra, el asfalto y el adoquín de antes,
El charco entre ellos y la nieve que ya no es blanca,
Algo más alta la pared y sus escudos,
Y el cielo encapotado y protector
Más aun las mentes y sus pensamientos
Más los corazones tristes que pueblan ciudades
Y aun más el alma de quien quiere subir tan alto.

El viento es cegador, y arranca una lágrima
Que se congela antes de vibrar contra el piso gris
La soledad vertebra el corazón de los marchitos,
Que vagan con pena y sin gloria las calles empedradas,
Delineando círculos rectos que no van a ninguna parte

Y todo sigue igual, de desigual que aquella vez
El color que se sigue manteniendo,
En un punto entre el blanco y el negro
Y el frio congelando los infiernos terrenales de sus calles
Y todo sigue igual, se sigue viendo
De algún modo sin llegar al negro

Enfrente las calles, las luces y el abrigo de niebla
El hielo en un velo que cubre tu ventana
Algo más baja la hierba olivácea pero incolora
Y el suelo encapotado y su quietud
Más aun las manos y sus obras
Más los ojos que no ven el horizonte

Y todo sigue igual, de desigual que aquella vez
El color que se va oscureciendo,
En un punto entre blanco y negro
Y el frio congelando los infiernos terrenales de sus calles
Y todo va fatal, y sigue el viento
De algún modo congelando el tiempo...

...y aun más el alma de quien quiere subir tan alto.

viernes, 26 de abril de 2013

El batir de mis alas, un día.





Estoy a oscuras en una habitación que mira al mundo.

La luz se aprieta entre los agujeros minúsculos de la persiana,

Tratando de huir hacia adentro.



Llega un sonido lejano y vacilante,

Que se vuelve al rebotar contra mis tímpanos,

Aburrido de no molestar.

Llegan otros ruidos de vecinos,

Inacabados e inconexos y anodinos,

Sin trastocar nada más acá.



La letanía del reloj hace presa a mis palabras,

Y el batir de mis alas un día, hace de mi boca una vereda,

Y de mi voz un escenario sin telón ni apuntador,

Y de mi cabeza hace salir una región de pensamientos aburridos

E inacabados e inconexos  que tratan de huir hacia fuera,

Que se van al rebotar contra algún témpano,

Aburridos de no molestar,

Absortos en la letanía de mis palabras,

Entrañados en la lejanía de mi habitación, que mira al mundo.

viernes, 12 de abril de 2013



No se puede decir nada que llene de nuevo este vacío,
Que supla este frío por tu abrigo,

O esta tristeza por tu cariño.

No se puede decir nada sin sentir que ésto estorba,
Sin pensar que nada vale,
Y que nada de lo sucedido es llanamente real.
Ahora la tierra bajo el mundo es más oscura
Y libera un rayo de luz, que antes no existía.
El mundo en el que estamos ya no es igual,
Y el mundo en el que estás se torna a una luz de día.
No se puede pensar nada que razone que ya no eres palpable
Que suplique, una vez más, Dios por tu alma y te recoja/b>
Que te acoja entre sus brazos como tú le adoraste
Y te encoja el corazón entre sus manos de bondad.
Que te enseñe lo que amamos de ti y lo que hacemos,
Que te muestre nuestras risas cuando ese amor se agarre al alma,
Que te haga ver con sus ojos nuestros mundos, donde habitas,
Nuestras almas, donde completas,
Nuestras vidas, donde enseñas,
Nuestros intentos, donde ayudas,
Nuestras ganas de seguir, donde incitas
Nuestro intenso sentir de ser, donde existes.

jueves, 21 de febrero de 2013

Un día salí corriendo




Los segundos de un reloj son arbitrarios,
Viendo la aguja puedes observar su rapidez y su lentitud al mismo tiempo,
Se derrama hacia abajo como una rueda manchada, 
mientras un paso de cebra observa desde abajo su premura.
Se presenta sin temor, sin duda,
Ante ti y ante nadie más,
Un horizonte en guerra,
Y rueda tras él un paisaje de infinita presencia.
Ante él se desparrama sin fe un abismo,
Como un aparcamiento sin coches,
En lo más bajo de un camino sin asfaltar ni recorrer.
Como un guardia cansado de no ver,
Más allá de su cabina y su noche,
De su barca sin remo que coger,
Donde sólo queda dibujar el mediodía,
O su silueta.
Sin remo ni timón se da el cambio de rumbo,
Con ganas de perder me echo a mi mismo un pulso,
y consigo mi pequeña victoria,
Y consigo proseguir sin dar más tumbos,
Hacia un horizonte invisible y diferente,
Desacompasado por dos piernas sin historia
Acompañando al pequeños esfuerzo,
Que no sabe vivir sin su hermano mayor.
Siendo desafiado por felinos,
Observado por sus propios enemigos.
Siendo presa de burlas sin razón,
De las que nadie excepto yo,
Supo nada en realidad.
Siendo obligado, por el mismo,
Por jugarse la pena por el último paso,
Y comprobar que el siguiente al último no merecía la pena.
Así el final se acerca, y se aleja, sin rectitud,
El reloj da su hora sin montar ninguna escena,
Es perfecta, precisa y verdadera.
Y está satisfecha de haber llegado hasta este momento, no sin esfuerzo, no sin vereda.