jueves, 28 de junio de 2018

Con el alma de tu bando


Posponer    
                     es     
                                    casi  siempre
Apuntarlo   
                                    para         
                                                                         nunca.
Más allá, si lo que apunta,
Es vivir lo que se siente
Lo que te muerde en el vientre
Lo que te ahonda la vida
Lo que condena la herida
Lo que te cierra la puerta
A fútil diversión muerta
Que distrae de la mordida

Es muy fácil deslizarse
Dejarse ir , así sin más
Avanzar, y quedarse atrás
Con temor de un día atarse,
Siquiera de liberarse
Simplemente vas fluyendo
Vas muy sordo en el estruendo
Muy liviano en la balanza
Muy quietud en esta danza
Y la vida va muriendo

Te distraen con fiestas locas
Con “me gustas” que te vibran
Apetencias que te libran
De asumir que no son pocas
Las penas que se desbocan
Que aunque no mires existen
Que aunque no mires envisten
Que te pillan aunque huyas
-Porque saben que son tuyas-
Que aunque no quieras insisten

Es importante que aprendas
Cómo el momento volante
Mientras vuela es importante
Y que tuyas son las riendas
Que cogerás cuando atiendas
Al vuelo que va volando,
A la vez que te da el mando.
Serás soplo para el viento
La Verdad en movimiento
Y con tu alma de tu bando.

jueves, 15 de marzo de 2018

La rueda humillante y sus ritmos





Entras, sin quererlo ni saberlo,
en un círculo concéntrico con otro que no existe,
al que miras desde fuera, tomándolo de referencia.
y giras, y giras, y giras.
y mareas tus pasos y no llegas a ninguna parte,
y la gente a tu alrededor camina deprisa, para llegar; nadie sabe dónde.
Tú les ves y te sumas, porque la corriente te lleva hacia allí.
No hay tiempo para contemplar el pasaje ni para pasar por aquí.
Se desdibuja todo lo plano y se levanta el relieve de lo más simple, haciendo del terreno llano una abrupta cuesta tras otra.

No sabes cómo parar, así que no lo haces.

Sólo buscas, aprovechas, una mínima grieta entre la multitud,
que te deje ver el cielo puramente cromático del atardecer,
o los verdes intensos de un paraje cualquiera,
o los grises desdibujados y azules del día mientras muere,
dejando en el horizonte una línea perdida y errante que dibuja el terreno al aparecer.

Y entonces respiras un mínimo de aire puro que debes sostener sobre tu conciencia,
y aspiras a recrearte sobre ello durante al menos un par de minutos.

Y recoges la fuerza que te arroja y que se pierde por el camino, entre cosas que hacer y gente que corre hacia ninguna parte, pero recoges una mínima prueba que debes utilizar en un último intento de subsistir.

Pensando en cuándo volverás a necesitar con tanta necesidad una bocanada de este calibre (pequeño pero inmenso), en cuánto te durará este frescor repentino y efímero. 

Y piensas que la vida es aprendizaje, y que los caminos abruptos son maestros que te hacen aprender por necesidad, y que lo que pasas ahora es parte de la vida, de tu crecimiento, de tu expansión hacia tu horizonte. 
Y sabes que no podrás salir de ese círculo concéntrico hirsuto y frugal que te atrapa, y que no va a ninguna parte, y que cubre la gente caminando con prisa. 
Y sabes que deberás cuadrar tu propio circulo, y adaptar tu propio ritmo para no dejarte llevar. Y que deberás aprender a viajar entre la multitud, con tu desacompasado caminar. Con tu propio caminar.