martes, 31 de enero de 2012

Las huellas que nunca se cansan


La vida perdura, tras la muerte
En el alma de aquellos con quien existió.
Dejando a los cuerpos a su suerte,
Dejando a sus mentes sin moverse, de dolor.

Es la muerte de un ser amado,
O su inexistencia terrenal-palpable-,
Lo que desuela a cada uno de nosotros
Y nos deja sin aliento, ahogados, derrotados.

Entonces, una calma inusitada, sin origen sabido,
Llega de manera espontanea a la cita.
Y llora como todos,
Se esconde como siempre,
Y se deja ver sólo por algunos,
A quienes ella elije.

Ve como la gente que se va, deja un camino
Y unas huellas que lo dibujan.
Ve como la gente que se queda quiere retroceder,
En el camino,
Y sacar un molde de cada una de ellas.
Ve como se dan cuenta de que eso es imposible,
De que tan sólo hay una opción,
Y es seguir adelante,
Siguiendo el camino que ella empezó a dibujar.

Entonces se dan cuenta...
Sus huellas han cambiado,
Ya no tienen la misma forma que antes.
Se parecen más y más a esas otras,
Que querían recoger ahí atrás.

Entonces se dan cuenta...
Ya no se necesitan moldes,
Ni volver hacia atrás en el camino.

Se dan cuenta de que la mejor manera de recordarla,
Es andar,
Y ver como cada paso,
Tiene su peso y el de ella,
Tiene su forma y la de ella,
Tiene su fuerza y la de ella.

Nadie se va por completo.
Al irse se multiplica por cada alma,
Para seguir dejando huella,
En cada paso que dan las personas
en quienes fue dejando huella.

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