Los adoquines fríos se refugian entre el gran silencio y nieve pisada,
Los colores grises se acomodan al sentirse en casa
Se dibujan en renglones que no riman,
Para esparcir sus dimensiones sin color:
Abajo la piedra, el asfalto y el adoquín de antes,
El charco entre ellos y la nieve que ya no es blanca,
Algo más alta la pared y sus escudos,
Y el cielo encapotado y protector
Más aun las mentes y sus pensamientos
Más los corazones tristes que pueblan ciudades
Y aun más el alma de quien quiere subir tan alto.
El viento es cegador, y arranca una lágrima
Que se congela antes de vibrar contra el piso gris
La soledad vertebra
el corazón de los marchitos,
Que vagan
con pena y sin gloria las calles empedradas,
Delineando
círculos rectos que no van a ninguna parte
Y todo sigue
igual, de desigual que aquella vez
El color que
se sigue manteniendo,
En un punto
entre el blanco y el negro
Y el frio
congelando los infiernos terrenales de sus calles
Y todo sigue
igual, se sigue viendo
De algún
modo sin llegar al negro
Enfrente las calles, las luces y el abrigo de niebla
El hielo en
un velo que cubre tu ventana
Algo más
baja la hierba olivácea pero incolora
Y el suelo
encapotado y su quietud
Más aun las
manos y sus obras
Más los ojos
que no ven el horizonte
Y todo sigue
igual, de desigual que aquella vez
El color que
se va oscureciendo,
En un punto
entre blanco y negro
Y el frio congelando
los infiernos terrenales de sus calles
Y todo va
fatal, y sigue el viento
De algún
modo congelando el tiempo...
...y aun más el alma de quien quiere subir tan alto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario